Y más adelante: «Quienes se empeñan en ejercer un control demasiado riguroso sobre sus vidas [podríamos agregar “y sobre las vidas de sus personajes”] adolecen de un falso anhelo de inmortalidad». Ese «falso anhelo» infecta, para Nooteboom, toda «mala» literatura.
Tiburón, en cambio, rechaza tal control autoritario. Se cuenta historias a sí mismo, a las que permite una generosa libertad bajo control. Como ingeniero, ve entre la construcción de carreteras y la construcción de historias un punto común: la necesidad de llegar a alguna parte, aunque honradamente reconoce la diferencia entre la llegada al final de un mito (donde todo se resuelve), de una novela (en la que nada se resuelve) y del cuento (en el que la resolución es diferida.)