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Ian McEwan

Amsterdam

  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    subió al ático con la «beligerante» determinación de ponerse a trabajar. Llegaría un tiempo en el que nada quedaría de Vermin Halliday, y en el que de Clive Linley quedaría su música. El trabajo, pues, un trabajo callado, deliberado, triunfante, constituiría una especie de desquite. Pero la beligerancia no resultaba de gran ayuda para la concentración, como tampoco las tres ginebras y la botella de vino, y tres horas después seguía sentado al piano con la mirada fija en la partitura, inclinado sobre las teclas en actitud de trabajo, con un lápiz en la mano y el ceño fruncido, pero sin oír ni ver más que el brillante tiovivo-organillo de sus propios y circulares pensamientos, una y otra vez los mismos caballitos cabeceando sobre sus trenzadas barras. Y helos ahí, volviendo una vez más... ¡Qué injuria! ¡La policía! ¡Pobre Molly! ¡Mojigato hipócrita! Invocar una postura moral para justificar lo que estaba haciendo... ¡Estaba hasta el cuello de mierda! ¡Qué ultraje! ¿Y Molly qué...?
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    La noche del miércoles al jueves Clive revisó y perfeccionó el diminuendo. Lo único que debía hacer ahora era retroceder varias páginas en la partitura y volver sobre la clamorosa reafirmación, y quizá modificar las armonías, o incluso la propia melodía, o crear alguna forma de resaca rítmica, una síncopa inserta en el corazón de las notas. Para Clive tal variación se había convertido en elemento crucial de la conclusión de la obra; debía sugerir la naturaleza incognoscible del futuro. Cuando la ya familiar melodía volviera a oírse por última vez, alterada de un modo leve aunque significante, tendría que suscitar inseguridad en el oyente (una suerte de cautela contra el hábito de aferrarse demasiado a lo que se conoce).
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    ahora flotaba escaleras abajo hacia el dormitorio, se sacudía los zapatos y se sumergía bajo las mantas para sucumbir a un sueño sin sueños que era un aturdimiento morboso, un vacío, una muerte.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    la mayor parte de la gente de aquel despacho había estado en contra de la publicación de las fotografías en un momento u otro del proceso. Pero agradecía también esto, porque en ciertos aspectos el periodismo se asemejaba a la ciencia: las mejores ideas eran las que sobrevivían a –y eran fortalecidas por– una inteligente oposición.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    ¿Por qué mentíamos tan a menudo por teléfono sobre si estábamos o no durmiendo? ¿Era nuestra vulnerabilidad lo que defendíamos?
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    Sus sueños no eran sino una deformación caleidoscópica de su última semana, una acertada apostilla sobre su ritmo y sus demandas emocionales, pero omitían –con el irreflexivo sesgo parcial del inconsciente– la estrategia, la motivación cuyo desarrollo lógico le había ayudado a mantenerse cuerdo.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    Sin duda era la exaltación creativa lo que le hacía pasearse de un lado a otro del exiguo bar del hotel mientras esperaba al taxi. De vez en cuando se paraba para contemplar el zorro disecado, que seguía al acecho en medio de un eterno follaje.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    Luego descendió a los páramos; siguió bajando, y tres horas después llegó al hotel, y en aquel momento empezó de nuevo a llover. Razón de más para cancelar lo que le quedaba de estancia y hacer el equipaje y pedir a la camarera que llamara a un taxi. Había conseguido lo que quería del Distrito de los Lagos. Reanudaría el trabajo en el tren, y cuando estuviera en casa llevaría al piano la sublime secuencia de notas y la delicada armonía que había escrito para ellas, y liberaría su belleza y su tristeza.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    La melodía no habría sobrevivido a toda aquella conmoción psíquica. Dada la anchura de aquella cresta montañosa y los numerosos senderos que la surcaban, cuán fácilmente podía no haberse encontrado con ellos... Era como si no hubiera estado allí. De hecho no estaba allí: estaba en su música. Su sino, el sino de ellos... Dos sendas separadas.
  • Rafael Ramoshar citeretsidste måned
    Apasionados afanes. ¿Para qué? Dinero. Respeto. Inmortalidad. Un modo de negar el azar que nos ha generado a todos los humanos, de mantener a raya el miedo a la muerte.
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