Tanto en la física como en las pasiones hay impulsos contrarios, armonías momentáneas, sustentos inestables, corrientes subterráneas. Tratamos de hacer pie en la contingencia. Como el trapecista en su eje, ese artista del aire que encuentra en el vacío una frontera, la atracción del salto, un recuerdo de la niñez, impulsa a la poeta a aferrarse a las palabras para tentar la deriva, para inventar el equilibrio.
O la simetría que se quiebra, lo que se desempareja por azar, por secreto designio aleatorio, como la música plácida de los móviles de viento. Equilibrios, correspondencias, armonías, caídas, el dictum de lo vivo, son la materia de estos versos. Versos escritos en un sottovoce cordial, que prenden, como las plantas, que traen el rumor del atávico pulso del corazón.