Te lo dije: que en tres o en trece o en treinta años serías feliz, Filip.
Feliz.
Y vaya, vaya… ¿qué es lo que tenemos aquí?
Mira esa sonrisa en tu cara. Ahora ya nadie podría tenerte lástima por nada.
¿Qué quieres? Te lo dije, se me dan esas cosas.
¡Treinta años ya!
Pero…
¿Cuándo empezó?
¿En el momento de tu primer beso?
¿Cuando nació tu primer hijo?
¿Cuando descubriste aquello a lo que no te importaría entregarle el alma?
No importa.
Lo que importa es que, a tus cuarenta y cuatro años, aún tienes tiempo para montar en bicicleta, nadar hasta la otra costa, mirar a las estrellas y reír hasta que duela.
Beber champán y citar a los clásicos.
Algo así.
¿Quién lo iba a decir?
Quién lo iba a decir…
Ahora estoy con Denys y tú con Nora, y pronto seremos idénticos en esa otra historia que es la Historia. Un par de abuelos con algo que contar.
Qué quieres, se me dan esas cosas.
Lo supe en cuanto subiste al auto aquella última mañana en Rungsted.
Para mí fue como escuchar aquel lied de Schubert: “Frühlingsglaubeˮ, en voz de las hadas del tiempo.
¿Recuerdas, bwana, recuerdas? “Nun muss sich alles, alles wendenˮ.
Lo supe como si lo leyéramos en un libro. Nuestro libro. Contigo, con Nora, con Ole, con Tanne.
Nuestro libro.
Así que créelo, bwana. Porque así es.
“Ahora todo debe cambiarˮ. Para bien, por supuesto.
Y así fue, bwana.
Así es.
Así será.
Con todo mi cariño,
Memsahib Tanne