Dios fulmine a la que escriba sobre mí

Los objetos son inertes y sólo tienen significado en función de la vida que los emplea. Cuando esa vida se termina, las cosas cambian, aunque permanezcan iguales. Están y no están allí, como fantasmas tangibles, condenados a sobrevivir en un mundo al que ya no pertenecen.

Marguerite Yourcenar decía que una de las mejores maneras de conocer a alguien es a través de sus libros. Algo de verdad debe haber ahí.

El abrazo más necesario. Somos también lo que hemos sido para las demás.

Una biblioteca es más que la suma de sus obras.

Ese ciclo entre no querer saber y querer saberlo todo; entre querer olvidar y querer recordar cosas que nunca se supieron. Ese «por qué» palpitando.

Va así: hay que regalar un libro, un atún de sobre y doscientos pesos, como símbolos, cada uno, de un deseo amoroso para quien recibe el paquete. Sugiero hacerlo una vez al año o cuando se quiera fortalecer la relación con alguien, darle un apapacho que diga sin decir: me importas

Legado viene de lego, palabra de donde viene leer. Te leo ahora, aunque entonces no haya podido leer de frente esta fe de existencia.

«Suicida del abandono del cuerpo en general

Nunca más literal el verso de e. e. cummings que tanto le gustaba: «flota el poema aunque el mundo y el deseo se hundan».

Su proyecto de llevar la literatura a todos lados y por todos los medios, fueran bien vistos o no, es uno de los actos más políticos que he presenciado