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Leopoldo Alas «Clarín»

La Regenta (ed. Gregorio Torres Nebrera)

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  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    Petra le miró cara a cara, fingiendo humildad y miedo; quería ver el gesto que ponía aquel canónigo al saber que la señorona se la pegaba.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    Ya sabía Ana en sus adentros que aquello no estaba bien, porque ella no podía responder de la prudencia de don Álvaro.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    El placer que ella sentía, también tenía que confesárselo, era el más intenso que había saboreado en su vida. Poco decir era porque ¡había gozado tan poco! Al sentir cerca de sí a don Álvaro, segura de que no había peligro, respiraba con delicia, dejaba el espíritu en una somnolencia moral que la tenía bajo los efectos del opio.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    Ana tuvo aquellas noches sueños horribles.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    tuvo de repente, como un amargor del cerebro, esta idea: «Estoy sola en el mundo». Y el mundo era plomizo, amarillento o negro según las horas, según los días; el mundo era un rumor triste, lejano, apagado, donde había canciones de niñas, monótonas, sin sentido; estrépito de ruedas que hacen temblar los cristales, rechinar las piedras y que se pierde a lo lejos como el gruñir de las olas rencorosas; el mundo era una contradanza del sol dando vueltas muy rápidas alrededor de la tierra, y esto eran los días; nada. Las gentes entraban y salían en su alcoba como en el escenario de un teatro, hablaban allí con afectado interés y pensaban en lo de fuera: su realidad era otra, aquello la máscara. Nadie amaba a nadie. Así era el mundo y ella estaba sola. Miró a su cuerpo y le pareció tierra. Era cómplice de los otros, también se escapaba en cuanto podía; se parecía más al mundo que a ella, era más del mundo que de ella. «Yo soy mi alma», dijo entre dientes, y soltando las sábanas que sus manos oprimían, resbaló en el lecho, y quedó supina mientras el muro de almohadas se desmoronaba.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    Sin confesárselo, sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos; pensaba en tales momentos que acaso él no sería jamás nada de aquello a que había aspirado, que tal vez el límite de su carrera sería el estado actual o un mal obispado en la vejez, todo un sarcasmo. Cuando estas ideas le sobrecogían, para vencerlas y olvidarlas se entregaba con furor al goce de lo presente, del poderío que tenía en la mano; devoraba su presa, la Vetusta levítica, como el león enjaulado los pedazos ruines de carne que el domador le arroja.
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    «Así son las perspectivas de la esperanza, pensaba el Magistral; cuanto más nos acercamos al término de nuestra ambición, más distante parece el objeto deseado, porque no está en lo porvenir, sino en lo pasado; lo que vemos delante es un espejo que refleja el cuadro soñador que se queda atrás, en el lejano día del sueño…».
  • Jaqueline Hernándezhar citeretfor 4 år siden
    el Magistral, olvidado de los campaneros, paseaba lentamente sus miradas por la ciudad escudriñando sus rincones, levantando con la imaginación los techos, aplicando su espíritu a aquella inspección minuciosa, como el naturalista estudia con poderoso microscopio las pequeneces de los cuerpos. No miraba a los campos, no contemplaba la lontananza de montes y nubes; sus miradas no salían de la ciudad.
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