Es, sin embargo, el objetivo de los monumentos más comunes evocar primero un recuerdo, o ganarse nuestra atención y darle un giro religioso a los sentimientos, pues, se supone, es algo así lo que necesitamos; y es en este, su objetivo fundamental, en el que los monumentos siempre se quedan cortos. Repelen la misma cosa que se supone deben atraer. No se puede decir que uno no los ve; más bien que ellos nos “desvían”, eluden nuestras facultades perceptivas: ¡promueven el hurto callejero!