La ternura

Se saludan con un abrazo tentativo y Naima cree que él también piensa que pasaron del apretón de manos al abrazo sin pasar por los dos besos, lo cual es bonito y quizás una rareza que describe bien su relación.

Si algo callé

es porque entendí todo.

A veces pasa eso, ¿no? Que una deja de leer porque tiene que vivir.

Le gustaría hacer entender a los adultos que la rodean que le cuesta mantener el interés por los demás jóvenes, que tanto aquí como en la ciudad no se siente apta para el momento vital que le toca y que se siente irremediablemente atraída por la acumulación de experiencias de los otros; cuantas más experiencias, cuanto más lejanas e inverosímiles, mejor

nunca te ha pasado eso? Que sabes que no puedes estar con una persona porque todo te dice que es imposible, pero luego le ves y estás todo el rato reprimiendo las ganas de simplemente romper el espacio que hay entre vosotros, como atravesarlo de alguna manera, con la mano o con las palabras o con la intimidad.

A veces pasa eso, ¿no? Que una deja de leer porque tiene que vivir.

Cuando piensa en su cuerpo contra el de Marco —porque lo piensa, a veces, sin quererlo casi, como si tocarle fuera la consecuencia lógica de todo esto— siente que imagina un imposible. Tiene la certeza de que nada de eso sucederá; de que la distancia entre ellos está plagada de circunstancias insalvables.

Naima sonríe como cada vez que él deja entrever el peculiar funcionamiento de su mente y comprueba una vez más que eso es precisamente lo que más le gusta de Marco: cómo le da la vuelta a lo que ella dice en un giro que se parece mucho a la ficción, que convoca elementos que suelen pertenecer a mundos imaginarios e imposibles.

La ternura, en la voz de Marco, una ternura incomprensible e inusual, que mana de algo más antiguo que las convenciones y las jerarquías que los separan y colocan a cada uno en sus respectivas casillas. Un entendimiento insólito, que los arrastra y los subyuga, que a veces se transforma en impulsos de algo que se parece al deseo, pero no lo es del todo; de algo que se parece al amor, pero no lo es del todo.

Ninguno de los dos ha soltado el libro, y cuando se sientan en el banco de piedra que da al río los dejan entre ellos, como si la literatura fuera al mismo tiempo un vínculo y una frontera.