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Hermann Hesse

El Juego De Los Abalorios

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  • b0016002884har citeretfor 8 år siden
    Para ser capaz de todo y estar versado en todo, se necesita no ya un menos de energía anímica, de impulso y calor, sino un más.
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    Recuérdalo: se puede ser un lógico estricto o un gramático y, al mismo tiempo, estar colmado de fantasía y de música. Se puede ser músico o jugador de abalorios y, contemporáneamente, estar entregado por entero a la ley y a la regla.
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    Cada uno de nosotros no es más que un hombre, un intento, alguien a medio camino. Pero debe estar a medio camino en la dirección de lo perfecto, debe tender al centro, no a la periferia.
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    muy cierto que el tal juego ofrece sus peligros. Por eso mismo lo amamos; por los caminos seguros, sin peligros, enviamos solamente a los débiles
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    Qué quieres decir con eso de «dar el salto»?
    —Entiendo el poder liberarse, el hacer algo en serio…, el saltar, pues sí yo no quiero volver de un salto a mi hogar anterior, a mi vida precedente; ella no me atrae, casi la he olvidado. Pero deseo que un
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    ambición, de su afán de renombre, del agrado que los hombres sientan a no sientan por ellos. Deben someterse a concursos y elecciones, ganar dinero, tomar parte en competencias sin consideraciones de casta, familia, partido, ni diarios. Tienen la libertad de convertirse en triunfadores y en hombres ricos, y de ser odiados por los que fracasan, y viceversa. Con los alumnos de selección y futuros miembros de la Orden ocurre todo lo contrario. No «eligen» ninguna profesión. No creen poder juzgar sus talentos mejor que los maestros. Se dejan colocar dentro de la jerarquía del sistema en el lugar y en la función que eligen para ellos los superiores; a veces las cosas ocurren en forma opuesta, y las cualidades, las dotes o los defectos del alumno obligan al maestro a insertarlo aquí o allá. Pero en esta aparente falta de libertad, todo electas goza, después de su primer ciclo, de la libertad más amplia que pueda imaginarse. Mientras que el hombre de las profesiones «libres» debe someterse en la formación de su rama a un estudio limitado y estricto con exámenes también estrictos, el electas en cambio, apenas comienza a estudiar independientemente, goza de una libertad tan grande que muchos realizan durante toda su vida, por propia elección, los estudios más dispares y a menudo casi extravagantes, y nadie los molesta, si sus costumbres no degeneran
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    libertad existe, pues, más ella se limita al único acto de la elección de una carrera. Después, la libertad ha terminado. Ya durante los estudios en la universidad, el médico, el jurisperito, el técnico, son constreñidos dentro de un curso cultural rígido, muy rígido, que concluye con una serie de exámenes. Si los superan, reciben su diploma o patente y pueden entonces practicar su profesión en una libertad de ejercicio también aparente. Pero con ello se convierten en esclavos de poderes inferiores, se someten a la dependencia del éxito, del dinero
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    distingue entre «legítimas» asociaciones, es decir comprensibles para todos, y «privadas», o sea subjetivas. Allí dice
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    Casa Hellas, grupo residencial del gran cuadrado, se le indicó dónde debía colgar su toalla en el «solarium» y en qué rincón podía poner macetas con flores si le gustaba tenerlas, y antes del anochecer fue llevado por el maestro del guardarropa hasta el lavadero, donde se le eligió y arregló un traje de tela azul.
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    veces, hubo en Castalia muy fuertes tendencias hacia el estudio de las ciencias meramente especializadas, y los campeones de estas tendencias no sólo enfrentaron a los «fantasiosos», es decir a los amantes de la música o del arte, en postura crítica o burlona, sino que en ciertos períodos, dentro de su propio círculo, renegaron y prohibieron todo lo artístico y, especialmente, el juego de abalorios.
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