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Bøger
Sigmund Freud

El malestar en la cultura

  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    hemos tenido presente en el sadismo y en el masoquismo a las manifestaciones del instinto de destrucción dirigido hacia fuera y hacia dentro, fuertemente amalgamadas con el erotismo;
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    aceptación del instinto de muerte o de destrucción ha despertado resistencia aun en círculos analíticos;
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    tal manera, el propio instinto de muerte sería puesto al servicio del Eros, pues el ser vivo destruiría algo exterior, animado o inanimado, en lugar de destruirse a sí mismo.
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    Las manifestaciones del Eros eran notables y bastante conspicuas; bien podía admitirse que el instinto de muerte actuase silenciosamente en lo íntimo del ser vivo, persiguiendo su desintegración; pero esto, naturalmente, no tenía el valor de una demostra
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    modo que además del Eros habría un instinto de muerte;
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    Dado que también los instintos yoicos resultaban ser libidinales, por un momento pareció inevitable que la libido se convirtiese en sinónimo de energía instintiva en general, como C. G. Jung ya lo había pretendido anteriormente. Sin embargo
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    fue la introducción del concepto del narcisismo, es decir, el reconocimiento de que también el yo está impregnado de libido; más aún: que primitivamente el yo fue su lugar de origen y en cierta manera sigue siendo su cuartel central.
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    todas luces, el sadismo forma parte de la vida sexual
  • Viktor Raskolnikovhar citeretsidste år
    según el cual «hambre y amor» hacen girar coherentemente el mundo[
  • Talia Garzahar citeretfor 2 år siden
    Añadiremos que se trata de un proceso puesto al servicio del Eros, destinado a condensar en una unidad vasta, en la Humanidad, a los individuos aislados, luego a las familias, las tribus, los pueblos y las naciones. No sabemos por qué es preciso que sea así: aceptamos que es, simplemente, la obra del Eros. Estas masas humanas han de ser vinculadas libidinalmente, pues ni la necesidad por sí sola ni las ventajas de la comunidad de trabajo bastarían para mantenerlas unidas. Pero el natural instinto humano de agresión, la hostilidad de uno contra todos y de todos contra uno, se opone a este designio de la cultura. Dicho instinto de agresión es el descendiente y principal representante del instinto de muerte, que hemos hallado junto al Eros y que con él comparte la dominación del mundo. Ahora, creo, el sentido de la evolución cultural ya no nos resultará impenetrable; por fuerza debe presentarnos la lucha entre Eros y muerte, instinto de vida e instinto de destrucción, tal como se lleva a cabo en la especie humana. Esta lucha es, en suma, el contenido esencial de la misma, y por ello la evolu
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