Detesto no saber estar tranquila, no poder dejar de pensar en mi escritura aunque lo intente deliberadamente. Escribir más rápido en condiciones de estrés, con una fecha de entrega. No tener un esbozo, una pista, de cómo hacer de la escritura un ejercicio gozoso y acompañado. Pensar que esto tenga que ver con mi formación, con mis hábitos mentales, con mi entorno. Pensar que en otra situación más privilegiada haría todo mejor, que con más dinero sería mejor persona. Que el dinero tenga que usarse para todo. Que ninguna de las actividades profesionales que son mi especialidad estén bien remuneradas. Que en México las vacaciones sean tan cortas y la jornada laboral tan larga. Que en este estado de las cosas cualquier expresión de disconformidad tenga que pasar por un tamiz que hace cuentas del privilegio, y entonces se declare, o no, procedente.