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Bøger
Karla Suarez

Habana año cero

  • Gaby TeDehar citeretfor 4 år siden
    la ciencia es un trabajo colectivo: alguien descubre una cosa, luego otro la mejora y otro la mejora y así
  • Gaby TeDehar citeretfor 4 år siden
    con la lógica demostramos, pero con la intuición encontramos.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    cuando la ciudad y todo lo que te rodea está hecho un desastre lo mejor es construir algo, aunque sea pequeño, pero algo que te devuelva el sabor de la palabra porvenir. Lindo. ¿No te parece?
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Cada vez que pienso en esto me dan ganas de aplaudir e imagino que Antonio suelta una sonrisilla y que Graham Bell lo invita a una cerveza. Dos grandes científicos, sí señor. Pero Antonio llegó primero. Así de simple. Llegó primero al teléfono y tarde al reconocimiento. La justicia a veces viaja en bicicleta, pero más vale tarde que nunca. ¿No?
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Creo que sólo hay dos momentos en que los seres humanos somos completamente iguales: cuando dormimos y cuando estamos muertos. No importan edad, idioma, sexo, religión, creencias políticas, condiciones económicas, nada importa, el sueño y la muerte nos igualan. Un hombre dormido, ya sea el presidente de un país o el tipo más pobre, es simplemente un hombre dormido. Alguien que sueña. Y no hace daño.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Lo que estudiamos aquel día desarrollaba la idea de que en la sociedad las emociones negativas se propagan con un crecimiento fractal. Es como si se fueran ramificando, reproduciéndose a sí mismas y creciendo y creciendo. Despiertas en la mañana, no hay electricidad, desayunas agua con azúcar, sales molesto a la calle, me empujas cuando voy a subir a la guagua, me gritas cuando protesto, yo empujo a la señora que está del otro lado, logro bajar en mi parada, llego a la escuela, odio a mis alumnos, les hablo con rudeza, todos me parecen brutos, termina la jornada y ellos se van, en casa uno discute con su madre, le grita, la trata mal y ella llora y no entiende. No entiende que tú te sientes mal y yo también y el otro y el otro. No entiende que reproducimos, como fractales, lo peor de nosotros mismos y que ni nos damos cuenta, simplemente nos dejamos llevar. En eso nos habíamos convertido. ¿Lo ves? En cada uno de nosotros estaba el malestar de la sociedad y cada uno lo iba reproduciendo. Te juro que me dieron ganas de levantarme y gritar: ¡Mierda! Bien alto, para que me oyera todo el mundo, pero estaba en la escalera de la funeraria y adentro habitaba la tristeza. Adentro estaba la aplastante vida real.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Lo único que puedo decir es que aquella tarde, sentada en la escalera de la funeraria de Calzada y K, todo me pareció absurdo. Adentro, unas vidas rotas. Afuera, a unos pasos de allí, la Oficina de Intereses de los Estados Unidos con sus enormes colas para la visa. Y por todas partes La Habana de 1993, el año cero. La noche sería el aquelarre, aunque yo ya no estaría. Yo estaba simplemente en el momento en que el sol me cegaba y, por supuesto, no tenía gafas para protegerme, ni del sol, ni de la mirada aterrada de mi alumna, ni de los rostros esperanzados de la cola, ni de lo ridícula que me parecía la historia del documento de Meucci.
    Nosotros estábamos buscando un papel que alguien había visto. Un papelito, casi nada, un papelito en el que todos habíamos puesto nuestras esperanzas. ¿Te das cuenta? Vivíamos en un país que se movía en cámara lenta y, a veces, en blanco y negro, donde lo único que no costaba miles de fatigas era sonreír, hacer el amor y soñar. Por eso en este país sonreímos, hacemos el amor y soñamos todo el tiempo. Con cualquier cosa soñamos. Y ya sé que no tiene tanta importancia saber quién inventó el teléfono, ni tener un papel que lo demuestre, pero dame una situación de crisis y te diré de qué ilusión vas a agarrarte. Eso era el documento de Meucci: pura ilusión. Nuestra vida giraba en torno a él, porque no había nada más, era el año cero. La nada. Sonreír, hacer el amor, soñar. Y reproducir, como fractales, lo peor de nosotros mismos.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Sin papeles no hay historia. El polvo la engulle.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Esa noche, tomé el walkman de Ángel y me fui al balcón. Coloqué un casete que me había regalado el desgraciado de Leo y me puse los audífonos. Yo estaba desnuda y La Habana vacía. Miré la avenida que tanto me gusta. Todos dormían, Ángel, Leonardo, la ciudad. Yo estaba despierta y en mis oídos una canción de Polito Ibáñez: “Y con aparente amor en la mirada, sin señales ni testigos, nos dimos el cuerpo hasta la mañana cuando del error supimos”. El error. ¿Cuál error? ¿Dónde empezó el error? ¿Quién lo supo? Lo mejor en esos casos es no pensar sino hacer el amor, darse al cuerpo, al cuerpo, al cuerpo, hasta el cansancio, hasta que no puedas más y te caigas rendido y al otro día otro cuerpo y no pensar no pensar no pensar. Empezó a llover. Finamente. Y sólo lo supimos La Habana y yo, el resto del mundo dormía, sólo La Habana y yo empezamos a llorar desnudas y de noche cuando nadie podía vernos.
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    Pasé el día como una autómata, soportando a los alumnos. Es una regla matemática: la estupidez de tus alumnos es directamente proporcional a tu estado de ánimo; mientras peor te encuentras, más estúpidos son ellos. Llamé a Leonardo un par de veces, pero evidentemente el teléfono de su trabajo se había roto. Otra regla matemática: tu necesidad es inversamente proporcional a tu posibilidad; mientras más necesitas comunicarte, menos funcionan los teléfonos.
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