Pero él no lo sabía y me torturaba la idea de que tal vez creyera que yo tenía un poder soberano sobre él, poder cuya fuerza había experimentado en tantas otras circunstancias.
III
Iba a echarlo de menos, en efecto. ¿Sabría él hasta qué punto lo necesitaba? No sólo su presencia continua, su compañía en mis paseos y nuestras comidas, sino también (lo cual es más singular, ¿verdad?)