África no es un país

Intentamos educar mejor a nuestros hijos —añade Alaso—. Estamos impulsando el desarrollo de nuestros países. Necesitamos ayuda, pero que venga sin condiciones. Lo que decimos es que, si quieres ayudar, nos escuches primero y proporciones lo que necesitamos, no lo que tú creas que necesitamos».

Hace cuarenta años, el autor y experto en desarrollo Jorgen Lissner publicó un influyente artículo titulado «Merchants of Misery» [Mercaderes de la desgracia], en el que criticaba a una industria de la ayuda internacional empeñada en envolver África en una serie de imágenes brutales:

Las dos teorías éticas más duraderas son el consecuencialismo y la deontología. La primera propone que la moralidad de una acción debería juzgarse según sus consecuencias y no por el acto en sí (el fin justifica los medios). Por otro lado, la deontología dice que la moralidad de la acción es lo único que importa, independientemente del resultado; sin ella, prosigue la teoría, no seríamos capaces de ponernos de acuerdo en principios universales sobre lo que está bien y lo que está mal para regular acciones como robar o propinarle un puñetazo a un compañero.

Este mundo existe nada más que para satisfacer las necesidades (muy importante incluir las necesidades sentimentales) de las personas blancas…

La industria del salvador blanco no va de justicia, sino de vivir una experiencia emocional profunda que valida el privilegio.

la actualidad, cerca del 32 por ciento de las fronteras africanas son líneas rectas; largas y rectas, trazadas ad hoc para atrave