En seguida vino el llamado de México, honor sin precedentes, sucediéronse las
manifestaciones públicas, con asistencia del Gobierno y, cuando Lucila Godoy partió, la
multitud se apretaba en la estación para verla, centenares de niñas cantaron sus versos y,
entre aclamaciones a su nombre pasó ella, de abrazo en abrazo, siempre vestida de
«saya parda», austera la cabeza, confusa la expresión