El neuroeconomista Paul Zak ha descubierto que escuchar una historia —una narración con un principio, un desarrollo y un final— hace que nuestros cerebros liberen cortisol y oxitocina2. Estas sustancias químicas desencadenan las habilidades exclusivamente humanas de conectar, enfatizar y dar sentido. Las historias, literalmente, forman parte de nuestro ADN