Mauro Fábregas es un joven empleado en una funeraria. En uno de sus servicios, prestados en una residencia de ancianos, se encuentra con el diario manuscrito del difunto al que van a incinerar. En él se relatan los episodios sexuales que su autor, un antiguo sacerdote, ha conocido y vivido a lo largo de su misión pastoral, y los que ha protagonizado después, tras abandonar el sacerdocio. Su autor, Pascual Martínez, se enfrenta a situaciones que por su formación religiosa considera censurables, pero poco a poco, bajo la orientación de su mentor, el párroco don Facundo, se va dando cuenta de que lo que él considera un pecado nefando, el sexo, puede convertirse en algo sublime cuando se practica con plena libertad, es decir, sin estar condicionado por la violencia física o moral, o conseguido mediante el engaño, y que dar placer a un semejante puede llegar a ser una obra de caridad.
Mientras Mauro lee con ávido interés las excitantes anécdotas del difunto, vive su propio descubrimiento del amor y el sexo con María, una joven no demasiado agraciada físicamente, pero que con el fuego de su pasión, su alegría y su desinhibida personalidad le hace vivir una experiencia sexual que le lleva a un paraíso de feliz locura.
Esta novela es un canto a la libertad sexual, una incitación a que esta sea vivida sin límites, siempre que se dé en condiciones de absoluto consentimiento, un alegato contra los tabúes sociales y religiosos que han amargado la vida de los seres humanos en este aspecto. En definitiva, es la proclamación de la idea de que vivir una sexualidad plena y gratificante nos hace mejores personas.