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Juan Hernández Luna,Sébastien Rutés

Monarcas

Augusto Solís, cartelista de cine mexicano, escribe cartas de amor a Loreleï, quien supuestamente vive en París, sin saber que las epístolas las recibe Jules Daumier, un joven repartidor de periódicos. Carta tras carta, se construye una amistad entrañable entre Augusto y Jules, quien se ofrece a buscar a Loreleï. Empieza así una epopeya que los lleva de la Europa en guerra a Hollywood, todo para seguirle la pista a aquella mujer misteriosa. Monarcas es una novela epistolar que posee el carácter trepidante del género policiaco y que recrea varios personajes reales propios de la novela histórica.
326 trykte sider
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Oprindeligt udgivet
2020
Udgivelsesår
2020
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Citater

  • Victor Avilés Velazquezhar citeretfor 14 dage siden
    Ayer en Danzig, ciudad bajo protección de la Sociedad de las Naciones, el gobierno pronazi abolió la Constitución. Polonia está directamente bajo amenaza. Y en el Marruecos español los generales se alzaron contra la República. La situación parece estar bajo control, pero hubo disparos en Barcelona. Evidencia de que somos de los ingenuos si imaginamos que derrotamos al fascismo. ¡Cuán vano me parece mi optimismo de esta mañana!
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretfor 16 dage siden
    El otro día recogía en la sala de redacción los pliegos para entregar cuando apareció Louis Aragon, quien salía de la oficina del director Vaillant-Couturier. Desde que colabora con L’Humanité nunca me lo había encontrado. Tiene rasgos finos, cabello oscuro, aire modesto e incluso tímido. En su mirada parece haber una ingenuidad y en sus modales una cortesía que no se esperaría de uno de los intelectuales franceses más influyentes. Me entregó dos libros, amarrados con una cinta roja, y un papel doblado en dos: “Mi niño, ¿podrías entregarlos a esta dirección?” Intelectual o no intelectual, poeta brillante o no, ¡no admito que me digan “mi niño”! ¡No es broma, tengo veinticuatro años y me gano el pan como los demás! Y entonces, ¿no es ésa también la razón por la que queremos la revolución? “Sí, camarada”, le contesté, enfatizando la última palabra. Aragon sonrió: “Gracias, camarada”. Y me guiñó el ojo, lo cual terminó de exasperarme. ¡Cómo hemos cambiado!
    El papel decía: “C. Vallejo – Bulevar Garibaldi 41”. Era la dirección de un hotel miserable. El gerente me dio el número de la habitación y tan pronto toqué a la puerta me abrió un tipo delgado y alto. Rasgos gruesos, una frente despejada y las cejas tupidas. “—¿Señor Vallejo? De parte del señor Aragón.
    ”—Pase.”
  • Victor Avilés Velazquezhar citeretsidste måned
    ¿Parecería un tonto si le digo que ese día nació mi consciencia política? Después de todo, ¿cómo no declararse revolucionario si a los diez años uno se indigna de la tiranía de los colonizadores blancos y asume la defensa de los leones oprimidos? En cada mitin al que voy, ahora que la victoria del Frente Popular parece al alcance de la mano, recuerdo con emoción el clamor de esas miles de voces de niños tomando fraternalmente partido por los leones.

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