Me pregunté si sería una risa auténtica o falsa. La mayoría de las risas o, mejor dicho, la mayoría de las personas, eran falsas. Todas las mañanas se levantaban y se ponían una máscara de quien quisieran ser ese día, de cómo querían presentarse ante el mundo. Sonreían a la gente que odiaban, se reían de chistes que no tenían gracia y les lamían el culo a aquellos contra quienes conspiraban en secreto.