el fondo, cuando se es joven, uno está expuesto, a menudo sin saberlo claramente, a dos posibles orientaciones de la existencia, en ocasiones mezcladas y contradictorias. Estas dos tentaciones podrían resumirse así: o bien la pasión de quemar la vida, o bien la pasión de construirla. Quemarla equivale al culto nihilista de lo inmediato. Esto bien podría ser el culto de la revuelta pura, de la insurrección, de la insumisión, de la rebelión, de nuevas formas de vida colectiva resplandecientes y breves, como la ocupación de plazas públicas durante unas cuantas semanas. Pero, como podrá notarse, nada de esto tiene un efecto duradero, no hay construcción, no hay un control organizado del tiempo. Se avanza bajo el lema no future. Y si, por el contrario, la vida se orienta hacia la plenitud del futuro, el éxito, el dinero, la posición social, el oficio rentable, la familia tranquila, las vacaciones en las islas del Sur, ello da por resultado un culto conservador de los poderes existentes, pues es de acuerdo con ellos como uno va a establecer su vida en las mejores condiciones posibles.