El ejército mexicano del siglo XIX ha sido estudiado principalmente desde los enfoques de la historia política y militar. Esta historiografía nos ha develado la difícil conformación y consolidación de esta institución, que a su vez iba de la mano con los avatares del naciente Estado. A partir del estudio de expedientes judiciales, códigos, circulares, decretos y registros de filiación emitidos por el Ministerio de Guerra, así como de notas de prensa, diarios, tesis de medicina y demás soportes documentales, esta investigación pone el acento en las relaciones sociales de poder que vivieron los soldados con sus jefes inmediatos y sus pares, relaciones cargadas de violencia física y verbal, pero que a su vez estuvieron ancladas en la confianza y la solidaridad. Da cuenta además de que, para tener en pie al ejército, se contó con la colaboración de agentes externos a él (mujeres y comerciantes, principalmente), motivo por el cual sus miembros siempre estuvieron en contacto permanente con la población, demostrando que el ejército se constituyó no únicamente a partir de la normativa impuesta por las autoridades, sino también por la práctica cotidiana de sus miembros.