Se pone en cuclillas. Levanta una ceja. Entonces, me señala directamente justo antes de señalar su guitarra.
No me lo creo.
No acaba de hacer eso, ¿verdad?
Sigo ahí plantada, con la boca abierta.
—¡Señoritas, siento defraudaros! —grita Kevin entusiasmado, sacándome de mis pensamientos de incredulidad—. ¡Pero... parece que nuestro guitarrista solo va a tener ojos para la señorita Brooke esta noche!