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Slavoj Zizek

Viviendo en el final de los tiempos

  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    Nuestra situación es, por ello, exactamente la contraria del clásico aprieto del siglo xx en el que la izquierda sabía lo que tenía que hacer (establecer la dictadura del proletariado, etc.), pero simplemente tenía que esperar pacientemente que se ofreciera la oportunidad. Actualmente no sabemos qué tenemos que hacer, pero tenemos que actuar ahora, porque las consecuencias de la inactividad podrían ser catastróficas. Tendremos que asumir el riesgo de dar pasos en el abismo de lo Nuevo en situaciones totalmente inapropiadas; tendremos que reinventar aspectos de lo Nuevo solo para mantener lo que era bueno de lo Viejo
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    «El viejo mundo está agonizando y el nuevo lucha por llegar: este es el tiempo de los monstruos». ¿No eran el fascismo y el estalinismo los monstruos gemelos del siglo xx, el uno surgiendo de los desesperados esfuerzos por sobrevivir del viejo mundo, el otro de una mal concebida empresa de construir uno nuevo? ¿Y qué decir de los monstruos que estamos engendrando ahora, propulsados por los sueños tecnognósticos de una sociedad biogenéticamente controlada? Habría que sacar todas las consecuencias de esta paradoja: quizá no hay un pasaje directo a lo Nuevo, por lo menos no de la manera en que lo imaginamos, y los monstruos surgen necesariamente en cualquier intento de forzar ese pasaje.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    La tragedia de la política es que nunca habrá un momento «bueno» para tomar el poder: la oportunidad siempre se presentará en el peor momento posible (caracterizado por el fracaso económico, la catástrofe ecológica, el descontento civil, etc.), cuando la clase política dirigente ha perdido su legitimidad y la amenaza fascista-populista acecha al fondo.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    Su situación es «objetivamente» desesperada: toda la marcha de la historia está contra ellos, no pueden confiar en ninguna «tendencia objetiva» que empuje en su dirección, todo lo que pueden hacer es improvisar, hacer lo que pueden en una situación desesperada. No obstante, ¿no les da esto una libertad única? (¿Y no estamos nosotros –la izquierda contemporánea– exactamente en la misma situación?) Resulta tentador aquí aplicar la vieja distinción entre la «libertad de» y la «libertad para»: ¿no sustenta su libertad de la Historia (con sus leyes y tendencias objetivas) su libertad para la experimentación creativa? En su actividad, pueden confiar solo en la voluntad colectiva de sus defensores.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    Es precisamente la democracia (el sufragio universal) la que, mucho más apropiadamente que el propio Estado de los estados de Hegel, realiza el truco «mágico» de convertir la negatividad radical en un nuevo orden político: en la democracia, la negatividad del Terror (la destrucción de todo el que pretenda identificarse con el lugar del poder) es aufgehoben y convertida en la forma positiva del procedimiento democrático.

    Sistema antifragil, convierte la debilidad de otro sistema inferior en su propia fortaleza

  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    Por ello, lo que la noción de Idea como un producto de sí misma hace visible no es un proceso de autoengendramiento idealista, sino el hecho materialista de que una Idea existe solo en, y a través de, la actividad de los individuos comprometidos con ella y motivados por ella.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    La democracia va más allá de la posición «realista» según la cual para hacer realidad una cierta visión política es necesario contar con circunstancias imprevisibles y estar dispuesto a llegar a compromisos, a acomodarse a los vicios e imperfecciones de la gente; la democracia vuelve la misma imperfección en un concepto.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    Aquí la verdadera oposición se encuentra entre el orden público simbólico –el gran Otro lacaniano, el orden de la apariencia– y el dominio privado, donde el Otro no ve (o incluso no se preocupa) de lo que sucede. La potencialidad que ya cuenta como realidad es, así, la potencialidad del orden simbólico, del orden de la «apariencia pública», en la que si algo parece una obscena blasfemia o un acto pecaminoso ya es ese acto, independientemente de los hechos. Y, quizá, esto nos lleva a la diferencia final entre el Occidente moderno y secular y el islam: el islam todavía confía por completo en la autoridad del gran Otro (la autoridad simbólica que sostiene un modo de vida), mientras que Occidente cada vez más asume la grieta, la inconsistencia, la impotencia, etc., del gran Otro no solo en la ética, sino también en la política. ¿No está basada la democracia occidental en la perspectiva de que «el trono está vacío», de que no hay ninguna autoridad «natural» o completamente legítima?
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
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    In extremis, se puede sostener que la seducción es peor que la violación: cuando una mujer es violada, su alma supuestamente conserva su belleza, no se ve corrompida, a diferencia de cuando sucumbe a la seducción. Sin embargo, hay muchas suposiciones no reconocidas funcionando aquí.
  • Benjamin Melgarejo Reichelthar citeretfor 10 måneder siden
    la apasionada intensidad de la muchedumbre musulmana da testimonio de una falta de auténtica convicción, y sus violentos estallidos son una prueba de ello. ¿No es muy frágil la fe de un musulmán si se ve amenazada por una estúpida caricatura en un secundario periódico danés? Las protestas fundamentalistas islámicas no están basadas en una convicción de su superioridad o en un deseo de salvaguardar su identidad religiosa-cultural contra la arremetida global de la civilización de consumo. El problema para los fundamentalistas no es que les consideremos inferiores a nosotros, sino más bien que ellos mismos secretamente se consideran inferiores. Por este motivo nuestra condescendiente insistencia políticamente correcta de que no sentimos ninguna superioridad frente a ellos solamente les pone más furiosos y alimenta su resentimiento.
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