Con el paso del tiempo aprendí a olvidar sus palabras ojos, la dimensión de sus adjetivos labios, la nitidez de sus manos sustantivos. Con el paso del tiempo pasó el tiempo sobre mis pasos, y yo me fui llenando de olvidos que me fueron olvidando. La ciudad de la que he hablado ya no existe, ni las calles, ni el negocio de las mudas, ni las corbatas anchas como remos, ni las palmeras enanas, ni la atmósfera proustiana libre de decadencias. Todo ha sucumbido. La música, el salón de bailes, el perro inclinado junto al gramófono. Todo se perdió, lo perdí. Se perdió hace tiempo la hinchazón de mi ojo, pero queda el hematoma del alma y algo falta, Mabel, algo falta, y por eso uno va por la vida caminando como un insecto cojo, una lagartija sin cola o algo así.