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Bøger
John Fante

Al oeste de Roma

  • Tess Pedrohar citeretsidste år
    Todo, todo se había perdido. Aquellos no eran mis hijos. Sólo eran cuatro espermatozoides varados en alguna oscura trompa de Falopio.
  • Tess Pedrohar citeretsidste år
    Escribir guiones era más fácil y daba más dinero, ya que aquella subliteratura unidimensional sólo exigía del escritor que tuviera a los personajes en movimiento. La fórmula era siempre la misma: pelear y copular. Al terminar se lo dabas a otros, que lo hacían trizas para hacer una película con los restos
  • Tess Pedrohar citeretsidste år
    Era el típico día que torturaba a un escritor, tan hermoso que tenía la certeza de que le despojaría de ambición y sofocaría cualquier idea nacida de su cerebro.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    El gigante se acercó a la hormigonera y enroscó la cuerda en la rueda de arranque como un niño que jugara con una peonza. Le dio un tirón y el pequeño motor estalló con un rugido hambriento que pedía comida. Terence empuñó una pala y alimentó la boca giratoria y ávida con sus manjares favoritos: arena, agua, cemento y cal. Mi padre lo miraba con aire de aprobación.

    —Buen hombre —dijo.

    —Una roca —dijo el Rápido—. Tiene nueve hijos. No te abandonará, como yo.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    Papá sonrió.

    —Te he subido el sueldo a veinticinco centavos al día.

    La aritmética no era mi fuerte, pero veinticinco centavos al día sonaba a cantidad colosal.

    —¡Jo, gracias, papá! —exclamé.

    —Idea de Frank —dijo papá generosamente.

    Miré a Gagliano y sonreí con gratitud y culpabilidad. Había juzgado mal a aquel hombre. Los ateos podían ser buena gente, después de todo.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    —Te he subido el sueldo a veinticinco centavos al día.

    La aritmética no era mi fuerte, pero veinticinco centavos al día sonaba a cantidad colosal.

    —¡Jo, gracias, papá! —exclamé.

    —Idea de Frank —dijo papá generosamente.

    Miré a Gagliano y sonreí con gratitud y culpabilidad. Había juzgado mal a aquel hombre. Los ateos podían ser buena gente, después de todo.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    —¿Crees que a Dios le gusta que contrates a alguien que no cree en él?

    —Deja de hacer el tonto —dijo levantándose—. Todos los hombres quieren creer en Dios. ¿No lo sabes? Si no puede, no puede.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    Con los verdes ojos llameantes de indignación, se plantó por encima de Buck y de mí como un ángel armado que guardara la tumba de Nuestro Señor.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    Magro como una araña, llevaba un gorro de piel y polainas durante todo el año, y tenía las piernas tan arqueadas que un perro podía pasar entre sus rodillas sin tocarlas.
  • b6012005981har citeretfor 3 år siden
    undo? El deber es ineludible. Dios sabe que tengo mis defectos, pero no quiero
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