No soñamos con ser médicos ni abogados, ni
empleados de banco. Para otros está
el pasear como tenientes con las buenas muchachas
del pueblo (sin embargo, cuánto daríamos para que
apareciera una mujer en el frío lecho de estudiante).
Leemos a hurtadillas bajo el pupitre, o bajo las sucias
ampolletas de las pensiones a Dostoievski, Hesse,
Knut Hamsun…
Somos los que viven
al otro lado del río o de la vía férrea…