Cuando tuve que explicarle el proceso de la Transición a mi hijo, justamente en nuestra primera visita al Museo de la Memoria, se lo expliqué así, de manera resumida y sencilla, para que pudiera entender con su cabeza de niño. Cuando le conté que el responsable de todo lo que acababa de ver en el museo era uno de los hombres que hacían las leyes para organizar al país, me miró con desconcierto y se echó a reír como si lo que había dicho fuese un chiste. A los diez años mi hijo ya se daba cuenta de las malas bromas de la historia chilena.