Sí, el manejo de la carne es sucio. Pero peor resulta ser atajadora. Aquí hay que lidiar con indios.
Discriminación entre ellos
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de don Humberto, congestionado de gordura, con sus ojillos lúbricos; el de doña Romelia, crispado de indignación; el de las jóvenes —Clara, Dolores y Berta— curiosos, con una ligera palidez de envidia.
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Un calorcito agradable ascendió desde los pies descalzos de Modesta hasta su corazón
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don Humberto, el dueño de la tienda La Esperanza: doña Romelia, su mujer; Berta, Dolores y Clara, sus hijas; y Jorgito, el menor.
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casa de los Ochoas
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enorme puerta con llamador de bronc
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puntos invisibles surgen las campanadas de la misa primera, los chirridos de portones que se abren, el jadeo de molinos que empiezan a trabajar.
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comadre, doña Águeda
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Envuelta en los pliegues de su chal negro, Modesta Gómez caminaba, tiritando.