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Ricardo Piglia

El precio del amor

  • NAYELI CHIRSTELL ACOSTA GARCIAhar citeretfor 4 måneder siden
    Vos. ¿Por qué me humillás? ¿Qué estás buscando? ¿Por qué me humillás? Querés verme tirado, arrodillado. ¿Eso querés? –dijo él, y se arrodilló a los pies de la mujer–. Ahí está –dijo–. Bien. La señora es una señora. Tiene sentido práctico, es orgullosa, tiene sentido de la oportunidad. La señora –dijo él.

    Chantaje

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    –Me trajiste una botella de pisco, ¿te acordás?, cuando viniste de Chile –dijo él–. Nunca vas a saber cómo te quería. Me quería casar con vos para que no pudieras dejarme, mirá si seré pelotudo.
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    Siempre pensé que vos eras como esta estatua: demasiado fina para mí.
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    La oscuridad iba llegando de a poco; en la ventana la ciudad era una mole gris.
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    En esta ciudad de mierda, ¿te das cuenta? Uno llega, piensa que lo están esperando. Cuando quiere acordarse está perdido, triturado.
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    –Me acostumbro, querrás decir.
    –Puede ser. Pero yo no, ves. Nunca me acostumbro, nunca me voy a acostumbrar a nada. Los que hacen eso es como si estuvieran muertos.
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    Buenos Aires no es para mí. Mientras estaba con vos no me daba cuenta. Claro, como vos me mantenías
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    Quiero decirte, vine a despedirme. Me vuelvo a Bolívar.
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    nunca me hubiera atrevido a buscarte. Me conocés, sabés cómo soy.
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    Sin motivo, como queriendo prepararla para lo que vendría, él se obligó a mentir.
    –Me conoció perfectamente apenas me vio, tu hija. Se acordaba de una vez que la llevé al zoológico.
    –Pero claro, ¿cómo no se va a acordar? Desde que te fuiste no hace más que hablar de vos.
    «Bien», pensó él. «Empezamos los juegos, ella y yo.»

    La niña es como el ego con el que ambos juegan

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