El cuerpo de los gatos hay que conquistarlo poco a poco. Ellos son muy dignos y, al principio, no se dejan tocar, así que es preciso hacer como el Principito hace con el zorro en la novela de Saint-Exupéry: un proceso de acercamiento paulatino, arrimándose cada día un poco más hasta ganarse la confianza de la pequeña fiera pacífica. Así nos educan en virtudes imprescindibles y hoy preteridas: la paciencia, la constancia, la capacidad de esperar sin obtener un resultado inmediato.