La máquina del tiempo

—Es evidente que cualquier cuerpo real debe existir en cuatro direcciones. Debe tener largo, alto, profundidad… y duración. Pero a causa de un fallo de nuestra percepción tendemos a olvidar esto último. En realidad hay cuatro dimensiones; tres a las que llamamos espacio y una cuarta que sería el tiempo. Sin embargo, existe una tendencia a trazar una división artificial entre las tres primeras y la última por culpa de que nuestra consciencia se mueve siempre en la misma dirección a través de esta: desde el inicio de nuestras vidas hacia su final.

No hay inteligencia donde no hay cambio ni necesidad del mismo

»Pensé apesadumbrado en lo breve que había sido el sueño de la inteligencia humana. Ella misma se había destruido. Indolente, se había deslizado en un marasmo de tranquilidad hacia una sociedad demasiado estable, en cuyo momento de máximo esplendor, vida y propiedades habían estado aseguradas para todos; para los ricos, la salud y el confort; para los pobres, la subsistencia y el trabajo. En aquel mundo perfecto no había habido problemas de desempleo o cuestiones sociales sin resolver.

»¿Conocéis esa especie de pausa que tiene lugar justo al anochecer? Hasta la brisa se detiene en los árboles. Siempre me parece sentir un ramalazo de expectación en medio de la tranquilidad del atardecer. El cielo se veía claro y lejano, vacío salvo por un par de bandas horizontales cerca del crepúsculo.

»Aquella noche la expectación fue del color de mis miedos. En medio de aquella calma empenumbrada tuve la sensación de que mis sentidos se afinaban.

»De pronto vi el lado humorístico de todo aquello. Al fin y al cabo, había necesitado años de esfuerzos, estudio y trabajo para llegar al futuro, y ahora quería irme a toda prisa de allí. Me había atrapado a mí mismo en la trampa más complicada y desesperada posible. Y ahora no podía salir de allí. Me reí en voz alta.

Y en un estado de equilibrio físico y seguridad, el poder, ya sea físico o intelectual, está fuera de lugar.

El mundo entero será inteligente, culto y cooperante y todo se moverá más y más rápido en pos de una dominación completa de la naturaleza. Al final reajustaremos con cuidado y sabiduría el equilibrio de la vida animal y vegetal para que se adapte a las necesidades humanas.

Así, al final tendremos en la superficie a los pudientes, entregados al placer, la comodidad y la belleza, y bajo tierra quedarán los desheredados, los trabajadores, adaptados cada vez más a las condiciones en las que viven.

Y ese abismo creciente, creado por la duración y el coste de un proceso educativo más elevado y por la tendencia cada vez mayor hacia hábitos refinados por parte de los ricos, es lo que hará que el intercambio entre clases sea cada vez menos frecuente y que disminuyan los matrimonios entre clases distintas que ahora mismo aún retardan la separación de nuestra especie en dos líneas distintas.

»La tendencia de los ricos, por otro lado, los lleva a reservar para su uso cada vez más superficie; comportamiento debido sin duda a su educación cada vez más refinada y al abismo cada vez mayor entre ellos y la ruda violencia de los más pobres.