Este número de Concilium explora la danza como una práctica universal que trasciende culturas, épocas e incluso especies, y que conecta a los individuos con su entorno y consigo mismos a través del movimiento. A través de sus múltiples expresiones -desde la espiritualidad hasta la resistencia cultural y social-, la danza se revela como una forma de resistencia que desafía las estructuras opresivas y fomenta la creación de nuevas realidades. Las contribuciones aquí reunidas examinan el poder transformador de la danza, su vínculo con la religión y su capacidad de reconfigurar las relaciones entre individuos, comunidades y el cosmos.