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Bøger
Rudyard Kipling

Viaje al Japón

  • Itzel Casaña Floreshar citeretsidste år
    Soporté veinte campanadas y me alejé, nada avergonzado de haber tomado aquel sonido por un terremoto.
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    Un leve golpe de nudillo en el borde de la campana (no estaba a más de cinco pies del suelo) hacía jadear pesadamente al gran monstruo, y un bastonazo desencadenaba cien ecos de voces agudas alrededor de las tinieblas de su cúpula.
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    Son una raza superior —dijo el Profesor, etnológicamente.

    —No pueden serlo. No saben disfrutar de la vida —contesté, inmoralmente—. Y, de cualquier modo, su arte no es humano.
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    me gustan los chinos. Había en su expresión algo que no se podía comprender pese a serme familiar.
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    Había tantas cosas más que quería contarles de Nagasaki, y de la procesión funeraria con que me tropecé en sus calles! Ustedes merecían haber leído alguna cosa sobre las mujeres en llanto vestidas de blanco
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    Había preparado mentalmente diversas consideraciones morales, exposiciones de situaciones políticas y un ensayo completo sobre el futuro del Japón. Ahora lo he olvidado todo, excepto a O-Toyo en el jardín de té.
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    Ya no quería ser birmano. Quería ser japonés (siempre con O-Toyo, claro) en un taller de ebanistería en la ladera de una colina olorosa de alcanfor.
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    Respetabilísimos amigos míos de todos los clubs y todas las reuniones sociales, ¿alguna vez, después de una buena comida, se han recostado en cojines y fumado, con una linda muchacha llenándoles la pipa y otras cuatro admirándoles en una lengua desconocida?
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    Intenten ustedes llevarse judías a la boca valiéndose de un par de agujas de hacer calceta, y ya verán qué pasa.
  • Itzel Casaña Floreshar citeretsidste år
    no fui yo quien casi derribó la mesa en un frustrado intento de reclinarse graciosamente.
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