El regreso

Se lo llevaron a la prisión de Abu Salim, en Trípoli, conocida como «La Última Parada

Me mudé a Manhattan a los cuarenta años, mientras Libia se estaba haciendo pedazos, y eso ocurrió el 1 de septiembre, el mismo día en que, en 1969, un joven capitán llamado Muammar Gadafi derrocó al rey Idris, dando así a muchos de los aspectos más significativos de mi vida —el lugar donde vivo, el idioma en el que escribo, el idioma que estoy usando ahora para redactar esto— un punto de arranque: sumando todo eso, resultaba difícil evitar la sensación de que esa coincidencia implicaba alguna clase de voluntad divina.

Pero Dmitri Shostakóvich, Boris Pasternak y Naguib Mahfuz también tenían razón: nunca abandones la patria. Si te vas, tus conexiones con la fuente se cortarán. Serás como un tronco muerto, duro y hueco.

Primera hora de la mañana, marzo de 2012.

Joseph Brodsky tenía razón. También Nabokov y Conrad. Eran artistas que nunca regresaron. A su manera, cada uno intentó curarse de su país. Lo que dejas atrás queda disuelto. Si vuelves, te enfrentarás a la ausencia o a la desfiguración de lo que amabas.

Pero Dmitri Shostakóvich, Boris Pasternak y Naguib Mahfuz también tenían razón: nunca abandones la patria. Si te vas, tus conexiones con la fuente se cortarán. Serás como un tronco muerto, duro y hueco