Reina de fuego

–Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y no querría estar en ningún lado que no sea aquí, contigo.

Aún estaba vivo. Yo lo sabría si no fuera así. Algo como eso… yo tendría que saberlo.

En lo que a mí respecta, la oscuridad había pasado y vivía en la luz.

Ella fue mi primer sorbo de agua después de una larga sequía.

–Ella me pidió que me fuera con ella y no pude. No lo hice –respiró hondo, sus dedos volvieron a moverse por mi cabello, examinando los mechones y haciendo que me derritiera–. Pero tú… tú puedes pedirme cualquier cosa y yo lo haré, Luna. Por ti, yo haría cualquier cosa. Por eso me siento culpable –el corazón se me oprimió ante su confesión–. Te quiero más de lo que he querido a nadie.

Porque si tú no me conoces, nadie me conoce. Y ahora eso es importante. Alguien tiene que conocerme o, de lo contrario, es como si ni siquiera estuviera aquí. Como si no existiera.

Sientes mi mirada posada en ti? ¿Sientes mi corazón, Luna? Es tuyo. Te pertenece. Tú me conoces

–¿Acaso Chasan visita tu habitación con frecuencia en medio de la noche? –no pude contenerme. La desagradable bestia que había despertado dentro de mí al verlo salir de la habitación de Luna insistía en aflorar a la superficie.

Desde el principio, desde el momento en que Sivo me había impuesto a Luna, supe que probablemente le fallaría. Nadie vivía mucho tiempo Afuera. Nadie vivía mucho tiempo especialmente conmigo. La historia me lo había enseñado. Lo sabía y lo había aceptado.

Sin embargo, no detuvo mi voluntad de luchar.

Eres demasiado decente para este mundo, Luna. Demasiado buena para mí.