Koko

Madre Naturaleza esbozó una sonrisa ante la hermosa sencillez de aquella visión. Y suspiró pensando en lo amable y bueno que se veía el mundo a ojos de una niña. Sintió de nuevo las cosquillas que le hacían los rastrillos en la siembra, sintió que bandadas de pájaros le acariciaban la frente con sus alas, que los peces se acercaban a comer de su mano, sintió plantas y agua limpia bajo sus pies. Y dijo:

Y en ese momento, comenzaron a verse sobre la laguna imágenes de las injusticias que habían permitido los hombres. Se vieron millares de animales que eran criados como alimento encerrados en granjas diminutas donde morían asfixiados, y bosques enteros que ardían o eran talados sin descanso, plantaciones agrícolas bañadas en productos químicos, fábricas que vertían sus desechos a los ríos o al mar…

–¿No se dan cuenta de que la Madre Naturaleza está enferma porque nadie se preocupa por ella? Se está muriendo y no les importa –Koko empezó a dar patadas de rabia en el suelo.

–¡Y qué podemos hacer nosotros! –gritó alguien a lo lejos.

Koko apretó los puños y buscó la respuesta en su corazón, pero no la tenía porque era sólo una niña pequeña.

Entonces sucedió algo insospechado: la Madre Naturaleza habló.

–El bosque es nuestro hogar –dijo entonces la Niña del Pelo Verde–, y ha sufrido mucho por culpa de la inconsciencia de la gente. Cuando los vimos llegar, no sabíamos cuáles eran sus intenciones y por eso intentamos que se marcharan. Pero hemos estado observando día tras día cómo se esforzaban por limpiar la basura, y con su trabajo se han ganado un lugar aquí. Nos gustaría que fuésemos amigos.

–Es normal que la Voz del Bosque no nos quiera… El ser humano se ha portado muy mal con la Naturaleza.

–Sí, pero nosotros no tenemos la culpa.

–Aun así, puedo entender al Bosque y siento lástima por él. Mira este césped, Miércoles, está lleno de cristales y latas y plásticos, como el basurero de Ciudad del Boom. Y aquellos árboles de allí están sucios y tristes…

En los tiempos posteriores a la Gran-Gran Crisis los humanos habían dejado de preocuparse por los desastres naturales, escondidos como estaban en sus inexpugnables fortalezas de concreto y plástico. Ni el fuego ni las inundaciones les importaban lo más mínimo. Sobrevolaron kilómetros y kilómetros subidos a la alfombra mágica y el paisaje era siempre el mismo.

¡Calla, calla! ¿Pero no sabes que los libros están prohibidos? Los que quedan están guardados en la biblioteca, la biblioteca está clausurada y custodiada por el ejército.

BOSQUE DE PLÁSTICO MACIZO,
MONUMENTO A LA NATURALEZA MUERTA.

La fruta no existe, sólo masa artificial que se condimenta con polvos sabor a fruta. Y los únicos sabores que me quedan son chile verde, pimienta y habanero –Grandia señaló los tres botecitos de cristal que estaban en la repisa de la cocina–. Por eso te voy a comer.

–¡Cómo me gusta Ulises! –exclamó Koko–. ¡Creo que es mi personaje favorito! –la niña se puso en pie de un salto y reemprendió el viaje.