Oona y Salinger

En 1951, J. D. Salinger pública El guardián entre el centeno. Es la desesperación de un veterano de la Segunda Guerra Mundial trasplantada al corazón de un adolescente neoyorquino.

–Me recuerdas a Gertrude Stein. Una noche, en su casa, me dijo: «Lo que cuenta no es lo que Francia te ha dado, sino lo que no te ha quitado.»

–Escribir no es contarlo todo –dice Ernest–. Hay que escoger el detalle que mata.

–¿Sabes al menos qué has venido a buscar aquí?

–No, pero sí sé lo que he perdido.

Si alguien le paga por lo que escribe, o él es un loco o usted es un escritor

El sol parpadeaba a través de los árboles: día, noche

sol parpadeaba a través de los árboles: día, noche, día, noche. La luz aparecía y desaparecía, como si el sol quisiera mandarnos un mensaje en morse:

Sólo los viejos se interesan por los nombres de las flores: quieren conocer las plantas que muy pronto les crecerán encima.

El amor nace de una caricia involuntaria, de un derrape no controlado.

Si la luna es redonda y amarilla como una rodaja de limón es porque la vida entera es un cóctel.