No estamos para nadie. Escenas de la ciudad y sus delirios

Somos una raza extraña, hemos perfeccionado la neurosis, destruido el tiempo, siempre tenemos prisa, y en el farallón de la ciudad nuestras almas penden de un hilo

habitan cuatro millones y medio de seres humanos. Más de veinte millones de personas van y vienen en el hormiguero, abren la llave del agua, producen basura, hacen cola frente a la taquilla de los estadios, entran a la cantina, sufren en la vida subterránea del Metro, suben y bajan del Metrobús

Tlalnepantla habitan cuatro millones y medio de seres humanos. Más de veinte millones de personas van y vienen en el hormiguero, abren la llave del agua, producen basura, hacen cola frente a la taquilla de los estadios, entran a la cantina, sufren en la vida subterránea del Metro, suben y bajan del Metrobús

La tecnología nos acerca al abismo de lo inconmensurable y provoca una rara ansiedad de infinito

Los capitanes de Hernán Cortés le insistieron hasta el cansancio que construyera la nueva ciudad en Coyoacán o, incluso, en Texcoco, pero el conquistador respondió que debía ser aquí, en el centro de fango de los poderes mexicas y en el lugar donde se habían cometido idolatrías nefastas. A veces pienso que esa decisión nos persigue como una sombra de maldad y mala suerte

Ya he dicho que la gran obra pública no es lo nuestro. Los mexicanos construimos a la trompa talega, siempre nos falta dinero, no medimos las consecuencias y no sabemos con qué se come la palabra previsión.

El verdadero patrimonio de los mexicanos es la desorientación.

La frase que resume esta carencia genética describe a una raza desorientada: No sabría decirle. Algunos fingen conocimientos, ésos son los peores

No quisiera ponerme epistemológico, pero la incapacidad del mexicano para explicar la ubicación de cualquier cosa en cualquier parte supera todos los sistemas filosóficos.

entrelazadas en la espalda como si intentara resolver un grave problema