no existe un amor de Dios hacia los hombres, que es la gracia, la cual supera el abismo que los separa, entonces, sólo el poder de un deseo autónomo, el amor demónico del hombre, que lo impulsa, insatisfecho, más allá de toda cosa mundana, puede conducir a Dios o, por lo menos, puede querer conducirlo. En lugar de Cristo, en el “misterio” de la filosofía platónica, se encuentra el mediador Eros, y ésta es la doctrina propiamente “teológica” de Diótima».13