Anne Hebert

Los alcatraces

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El 31 de agosto de 1936, dos adolescentes, Olivia y Nora Atkins, desaparecen en Griffin Creek, un pueblo canadiense junto al mar. Envidiadas por su belleza, su rastro se pierde en una playa salvaje. La imagen de las muchachas se funde con el paisaje marítimo, y el viento siembra un clima adverso, en el que laten las huellas de lo prohibido y lo siniestro. Pronto se descarta que su ausencia sea fruto de la casualidad: la desgracia se viene rumiando desde hace tiempo. A través de las voces de los habitantes del lugar asistimos a un proceso imparable en el que la catástrofe trastorna de manera radical a la comunidad, anquilosada en la tradición y en un exacerbado culto religioso. Y es que el destino del pequeño pueblo quebequés parece estar sujeto irremediablemente a los designios de Dios.

CRÍTICAS

«Novela repleta de poesía con la que Anne Hébert ganó el Premio Fémina en 1982.» —Marie Claude Fortin

«La claridad del lenguaje de la autora, la potencia de sus metáforas es ese transitar como del sueño a la pesadilla y regresar de golpe a la realidad.» —Letralia

«En Hébert miedo y piedad son, precisamente, dos de los pilares sobre los que se levanta el elegante edificio de su obra.» —Letralia

«Los personajes de Anne Hébert son criaturas dolientes que emergen de la bruma de sus terrores silenciosos como espectros o fantasmas.» —Letralia

«Leer a Anne Hébert es leer a un Faulkner norteño. Su escritura acude igualmente a la furia y al ruido.» —The Guardian

«Anne Hébert esboza el contorno de una comunidad instalada en la negación y la ley del silencio.» —Châtelaine

«La complicidad entre mujeres representa en Los alcatraces un momento de privilegio en el cual las mujeres viven por y para sí mismas.» —Sisyphe

«La obra de Anne Hébert es un lienzo omnipresente de la amistad entre mujeres y la rebelión de las heroínas hebertianas contra todo aquello que niegue la amistad o quiera aplastarla.» —Sisyphe

«Los alcatraces ilustra la complicidad entre las mujeres y su universo marginal en un mundo dominado por hombres que sufren lo que Duras llamó “la enfermedad de la muerte”.» —Sisyphe

«Anne Hébert dejó un legado literario que se interpreta como un recordatorio del estrecho vínculo entre Quebec y Francia.» —Marie-Andrée Lamontagne

«Su trabajo celebra los sentimientos apabullantes del poder de los elementos.» —Le Devoir
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208 trykte sider
Oprindeligt udgivet
2021
Udgivelsesår
2021
Oversætter
Luisa Lucuix
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Vurderinger

  • Ana Saenzhar delt en vurderingfor 4 måneder siden
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    💧Tåreperser

    Bella narración poética, aunque duele mucho qué sea sobre el feminicidio de dos jóvenes y que el asesino logrará burlar la justicia. Muy recomendable.

Citater

  • Ana Saenzhar citeretfor 4 måneder siden
    Un pequeño silencio. Un pequeñísimo silencio para tomar aliento. La paz del mundo a nuestro alrededor un instante todavía. Se me mete de nuevo a empellones en la cabeza el estruendo de la altamar en marcha. Demasiado ruido y furia desde mi infancia, removido y amasado por tantas mareas de equinoccio. Que aquel en quien se ha sembrado el viento recoja tempestades. Ni me dio tiempo de gozar de ella. De su furia. De su terror. Del olor de su terror bajo sus axilas. De su aroma de chica bajo su falda, en el hueco rojizo de su vientre. Mis manos demasiado rápidas. Pobre pequeña Nora, caída tan rápido en la arena a mis pies, una pierna doblada bajo el cuerpo. Ni a mí mismo me dio tiempo de enterarme. Mis manos solas.
  • Ana Saenzhar citeretfor 4 måneder siden
    El alcatraz modera de repente su velocidad, medio cierra las alas, se deja caer de cabeza, como una flecha, en vertical. Solo cierra las alas del todo en el momento de tocar el agua, despidiendo en el aire una nube de espuma. He contemplado tantas veces a este pájaro magnífico… Reencontrarlo intacto y bien dibujado. Basta con una imagen demasiado precisa para que el resto siga, se despierte, vuelva a pegar sus pedazos, se ponga a existir otra vez, todo un país viviente, pescado del fondo de las aguas oscuras.
  • Ana Saenzhar citeretfor 4 måneder siden
    Ahora que he adquirido el derecho de habitar las profundidades del océano, su oscuridad absoluta, ahora que he pagado mi peso en carne y hueso a los feroces peces luminosos, gota de noche en la noche, ni luna ni sol pueden volver a alcanzarme.

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