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César Miguel Rondón

El libro de la salsa

  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    En 1975 ya la salsa existía como tal, y en torno a ella se creó una moda que se tradujo en fabulosas ventas disqueras. Surgió entonces el famoso boom de la salsa, el fenómeno que difundió esta música a gran escala, pero que también la desvirtuó en una medida considerable creando todo ese cúmulo de confusiones que ahora flota en el ambiente.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    Todo el proceso comprendido entre 1965 y 1970 nos evidencia suficientemente la presencia del barrio. Fue un periodo confuso, lleno de búsquedas y de no pocos intentos fallidos. Ya veremos en el próximo capítulo cómo la influencia del pop internacional obligó a híbridos como el boogaloo, cómo el viejo matrimonio jazzístico se convirtió en descargas llenas de sonidos desordenados que hurgaban desesperadamente nuevas formas de expresión; asimismo, veremos cómo el primario son fue absorbiendo progresivamente todos los experimentos hasta llegar a convertirse en la forma por excelencia de la nueva música. Y en todo el proceso, el barrio fue el hilo conductor. Las letras volvieron a cobrar la autenticidad que habían perdido por culpa del glamour. Los arreglos, lejos de imbuirse en alardes esteticistas, trataron cada vez más de reproducir los sonidos de la calle, ruidos estrepitosos que conformaban la cotidianidad. Y los músicos, que ya no eran ni artistas ni estrellas, surgieron como simples personajes populares, elementos comunes que iban de la calle a la tarima, sin poses ni fanfarronerías. No siempre lo hicieron bien, es cierto, pero también es innegable que jamás dejaron de representar plenamente a todos esos ciudadanos que compartían con ellos la vida del barrio.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    Salsa implica barrio, y es esta la diferencia; los valores definitivos tan solo los brinda el barrio, el resto apenas afecta superficialmente.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    La música popular tiene que ser analizada en el contexto global que ella supone, mal se le puede medir valores desde una estricta perspectiva musical sin tomar en cuenta los marcos de la comunidad que la produce y disfruta. Y ella, a la larga, es la que importa: la música puede tener una calidad extraordinaria, pero si el público que la justifica no se identifica plenamente con ella carece de verdadera importancia y trascendencia.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    Las evoluciones y transformaciones del folclore son procesos lentos, exigen el paso de diversas generaciones, la maduración de ciertas costumbres y circunstancias. La música popular, por el contrario, funciona con el paso de los días, obedece a los factores y presiones de la inmediatez, y, aunque bien puede alimentarse del folclore, siempre funcionará en un campo distinto y a un ritmo de cambio radicalmente diferente.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    La llamada música culta podría decirse que tiene poco o nada que ver con el sentir popular, y la música folclórica, que representa las tradiciones más ancestrales de determinado pueblo, difícilmente puede reflejar el sentir colectivo actual so pena de negarse y desvirtuarse.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    La salsa nació en los barrios latinos de Nueva York. Ahí los jóvenes, que vivían al vaivén de la cultura popular internacional, oyendo música rock, recibiendo todos los valores que difunde la publicidad estadounidense, moviéndose con desespero entre la autenticidad y el desarraigo, comenzaron a utilizar la salsa como la única manifestación capaz de cantar sus vivencias cotidianas. Ese barrio, incrustado en el centro de la capital cultural de nuestro tiempo, funciona como un mundo cerrado, un mundo que se reviste de claves y modos propios que de alguna manera son enfrentados a toda la avalancha que viene del mundo exterior. Los latinos de Nueva York vienen del Caribe, básicamente de Puerto Rico, aunque ya en los años sesenta empezó a acentuarse la migración de dominicanos, panameños, colombianos y cubanos. Todos ellos forman una sola comunidad, hermanada por una raíz cultural que es común e idéntica en todos estos pueblos. La música que produce el barrio latino de Nueva York, por tanto, es una música netamente caribeña, y el son, que desde las primeras décadas del siglo ya había logrado identificar y caracterizar a toda la región, es su principal forma expresiva.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    ¿de verdad la salsa es una etapa evolutiva dentro del desarrollo de la música popular del Caribe, o no es más que un invento publicitario? Si es cierto eso de que la salsa es tan solo música cubana vieja levemente remodelada en cierto tipo de arreglos, los valores artísticos de la expresión son entonces nulos. Si la salsa no es más que una etiqueta comercial, entonces ella importa muy poco, su condición de auténtica música popular es inexistente. Este libro, concebido fundamentalmente en torno a la producción disquera, trata de dejar constancia de los valores que encierra la salsa, porque hay conciencia de que, al margen de la moda y la euforia publicitaria, existe algo de verdadera importancia cultural que corre en el fondo. La salsa, pues, es algo más que música cubana vieja, es mucho más que una simple etiqueta y que un prescindible estilo para arreglar la música.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    La música popular supone un proceso continuo de evolución. Y esto, de cualquier manera, obedece a una tendencia natural: las evoluciones dentro de la música popular –que no la folclórica– son tan necesarias como inevitables. Por supuesto, si esa misma música se desarrolla y difunde a través de los discos, y estos obedecen a una industria, las innovaciones por lo general terminan convirtiéndose en moda, un alarde que le permite a la industria incrementar las ventas. En el caso de la salsa, entonces, se nos hace necesario distinguir entre la moda que crea la industria y los valores y significados reales que supone la música en sí.
  • Victor Avilés Velazquezhar citereti går
    La música popular, difundida y producida a través de la industria del disco, siempre ha sido encasillada en categorías que, por obedecer a primarios intereses comerciales, escasamente han logrado definir con propiedad el objeto que se goza y escucha. La industria, apoyada por todos los mecanismos de la publicidad, ha trabajado con base en la creación de ciertos gustos, de modas y euforias que se van sucediendo unas a otras, en una larga cadena de discos. De esta manera, una historia de la música popular latinoamericana en el siglo XX no haría más que hilvanar esa prolongación de modas: en los treinta, el tango; en los cuarenta, el mambo y los boleros; en los cincuenta, el chachachá; en los sesenta, el twist y la bossa nova; en los setenta, el rock y las canciones románticas; después el discomusic, y así continúa una lista que con toda la tranquilidad del caso seguirá incorporando nombres y casillas. La industria vive de eso, y la música popular, que de ninguna manera puede funcionar al margen de las innovaciones tecnológicas, tiene que depender necesariamente de esa misma industria.
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