Salmos de la lluvia

No se puede ser profeta
ya del rugido
y del relámpago,
sino sólo del arrullar de tanta luz
sobre las hojas, del íntimo
crepitar del vuelo
de un insecto
que se posa sobre la piel
y sobre el alma,
y hace tiritar de amor todo lo vivo.

Escribir para poder encontrarse
a sí mismo en el delirio.

Escribir para despojar los ojos
de la niebla
y su compás de pertenencias
en los brotes ya desnudos
y sin pétalos marchitos del invierno.

También en su dialecto dice el musgo
otra forma inestable
de lo bello.

Porque todo
es más confuso
y más sombrío
y se amontonan cicatrices,
silencios vigilantes
y recuerdos.

Se me escurre la infancia
entre los dedos
cuando intento apresarla.
Es aceite
en la memoria

Nombrar de nuevo al viento
para que además de lamer la piel
roce la vida.

Me hablaba de la visita de la muerte,
de la brevedad de la alegría
y de la transición
fugaz del amor hacia el olvido

Si eres lóbrego
y oscuro,
no hagas
uso frecuente
del invierno,
no lo aceches con tu sombra
en su gozoso alegato
de esplendor.

Deja un resquicio
a la palabra,
ella será siempre tu guía,
para poder decir
en el futuro
que en aquel periodo
de tinieblas
fuiste por el amor completa dicha.