porque lxs muertxs también se resisten a quedarse quietxs, fijxs, “muerto[s] de una vez por todas” como diría Derrida, (1) y cobran vida en los umbrales porosos de nuestras existencias, de nuestras des-memorias y de nuestras palabras.
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sólo hay que elegir
dónde dejar su cuerpo
ahora
que no es suyo
sino nuestro.
Nuestro cuerpo muerto
el que tengo
que enterrar.
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Para mí no hay nada más luminoso que la angustia.
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La angustia es la reina de las disposiciones anímicas: tirana, despiadada, injusta, invasiva, cruel, colonizadora, no se detiene ante nada ni nadie.
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Mi hermano no sabe que soy lesbianx.
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Que no hay vida que no termine en la muerte es algo que no podemos negar. Lo que parece ser más difícil es aceptar la vida de la muerte y la sobrevida de lxs muertxs. Por eso, cada vez que mi hermano vuelve a mí, usualmente en mis escritos, yo recuerdo ese umbral poroso que separa a lxs vivxs de lxs muertxs, y dejo que se me erice la piel.
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n cadáver se puede enterrar, un cuerpo es localizable en un espacio determinado, y una muerte puede datarse; pero un muerto no encuentra nunca un lugar fijo, ni un tiempo estable, y también se resiste a estar completamente ausente o enteramente presente
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y en el que tantas veces había apoyado mi oído sobre el pasto para ver si lo escuchaba.
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Creo que ese día comprendí que hay decisiones que son imposibles y aun así hay que tomarlas;
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Lxs muertxs nos visitan, nos llaman, nos hostigan, nos apasionan, nos conmueven. Por eso mi hermano no deja de venir a mí, y por eso yo no ceso de escribirlo.