Hay algo en esta historia de asesinatos, despojos y obstinación contra el olvido que puede sentirse cuando uno visita la ciudad. Soy de ahí y sigo sin saber exactamente qué nos hizo esa infamia y las que la precedieron y las que la siguieron, pero hay algo. A ratos parece resignación, a ratos parece tolerancia, a ratos puro valemadrismo; muy pocas veces, rabia. Sea lo que sea, es más que rencor o conformismo: por más oculta que estuviera la historia de El Bordo en un archivo muerto, todas estas décadas ha habido gente dispuesta a recordar que, contra lo que decían aquellos catrines, ahí abajo aún había, aún hay, gente viva.