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Oscar Wilde

Teleny

  • Judith Silvahar citeretfor 7 år siden
    —Es preciso que usted sepa que no hay muchacha en el mundo que consiga llamar mi atención. Y que jamás podré amar a una mujer.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    —¡Déjeme! ¡Oh… déjeme! ¿Por qué no me ha dejado morir? El mundo me resulta odioso ¿Por qué debo arrastrar una vida que me repugna?

    —¿La vida le repugna? ¿Y por qué?

    Y con un tono suave y lento, comenzó a murmurar palabras mágicas en una lengua desconocida, palabras que fueron para mi alma como un bálsamo. Luego añadió:

    —La naturaleza nos ha hecho el uno para el otro. ¿Por qué oponerse a ella? No puedo encontrar la felicidad sino en su amor, no es sólo mi corazón sino mi alma misma la que le anhela.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    ¡Verdadera quintaesencia del amor eran aquellos besos! Lo mejor de nosotros, la parte esencial del ser de cada uno, ascendía hasta nuestros labios como los vapores de una embriagadora ambrosía.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    Sentí que mi cerebro se nublaba. Y perdí toda conciencia. Maldije entonces a nuestro soberbio mundo, al que la imbecilidad del hombre ha convertido en un verdadero infierno. Maldije a nuestra sociedad de ideas estrechas y oscuras, donde sólo prosperan los hipócritas y los mentirosos. Y maldije a nuestra religión, tan limitada como corrompida, llena de estúpidos vetos sobre cada uno de los placeres de los sentidos. Ya empezaba yo a escalar el parapeto, decidido a buscar el olvido en las lodosas aguas de aquella Estigia, cuando dos brazos, estrechándome, me impidieron caer al vacío.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    No, la vida no vale la pena vivirla, si no es agradable. Y para mí se había convertido en una carga…
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    Tenían razón. Era el reposo, el verdadero reposo, el que aquellas aguas tumultuosas me ofrecían en su seno.

    ¡Cuán profundas parecían aquellas aguas! Veladas por la bruma tenían el profundo atractivo del abismo. ¿Por qué no podía buscar en ella el único bálsamo del olvido que podía calmar mi cerebro enfermo y refrescar el fuego que devoraba mi pecho?

    Sí. ¿Por qué no?

    ¿Acaso el Todopoderoso había pronunciado alguna vez el anatema contra la destrucción de sí mismo? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    El Támesis corta en dos la ciudad, como un amplio camino. A cada lado de él, se distinguían fantasmalmente entre la bruma las moles sombrías de los edificios: las cúpulas recubiertas de hollín, las torres oscuras, y las gigantescas y vaporosas agujas de piedra apuntaban al cielo hasta perderse en medio de la niebla.

    Por debajo de mí veía circular en remolinos las aguas frías del río, que corrían hacia el mar entre oleadas de espuma, chocando contra los pilares del puente y produciendo un sordo eco bajo las arcadas, que proyectaban negras sombras sobre el centellear de las ondas.

    En medio de esta sombras agitadas y mágicas, creía distinguir una miríada de espíritus enloquecidos que se desplazaban por todas partes, deslizándose como anguilas, guiñándome el ojo, encogiéndose y girando sobre sí mismos, invitándome a gustar el reposo de las sombras del Leteo.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    pero las resoluciones de los enamorados son como lluvia de abril, y en el último minuto, bajo el menor pretexto, acababa cambiando siempre de opinión.
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    ¿No se ha sentido usted a veces obsesionado por los fragmentos de una canción que no consigue recomponer entera? Donde quiera que un va, los fragmentos resurgen de repente, llenando por completo la cabeza. Resulta imposible desembarazarse de ellos. Le impiden a uno dormir, y cuando se consigue al fin conciliar el sueño, las notas resuenan de nuevo en su interior; al despertarse de nuevo, las notas son el primer sonido que lo asalta. Así me ocurría a mí con Teleny; su figura me perseguía; su voz dulce y baja me repetía constantemente en aquella lengua desconocida: «¡Oh, amigo mío! ¡Mi corazón por ti suspira!».
  • Verohar citeretfor 4 år siden
    Al analizar mis impresiones, tenía conciencia de una sensación nueva, de un vago malestar entreverado de inquietud. Sentía dentro de mí un cierto vacío, sin poder comprender si dicho vacío se hallaba alojado en mi corazón o en mi cabeza. Nada había perdido, y sin embargo me sentía solo, abandonado. ¿Qué digo?, despojado. Intenté explicarme a mí mismo mi estado lastimero, y todo lo que pude descubrir es que tales sensaciones se asemejaban a las de las personas que añoran su país, o desean violentamente volver a ver a la madre lejana, con la diferencia de que el exiliado sabe lo que le falta, y yo difícilmente hubiera podido definirlo; era algo indeterminado, como el «Sehnsucht» de que tanto hablan los alemanes, y que tan poco experimentan.
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