Los escribidores de cartas

La dama del parche miró a la pequeña con intensidad mientras le entregaba el sobre.

–Espero que mi hijo me escriba pronto –dijo muy solemne– y que TÚ –recalcó el pronombre– me vuelvas a traer noticias suyas.

–Las tendrá muy pronto.

–Estoy segura de ello, querida.

–Me llamo Iria.

–Encantada. –Le tendió una mano huesuda y surcada de venas–. Yo soy la condesa de Lucerna y Montemar, doña Elvira de la Concepción.

or azar o por suerte, acabó dedicándose a la enseñanza

pero basta con que sus alumnos la conozcan un poquito para que les cuente todos los secretos que guarda bajo el parche

una ciudad con mar donde lo normal es que llueva

(pues sospecha que es un fantasma con asuntos pendientes)

Antes solía escribir cartas de amor, con dibujos en forma de poemas o cuentos. Ahora ya solo manda postales cuando está de viaje

esquivando las líneas del suelo

–¿Quiere aullar conmigo? –le propuso Marcelino.
–Me encantaría –respondió ella.

Todo estaba borroso. Pero

«He sido un bobo. Espero que me perdones».