Rosa y la banda de Los Solitarios

Algunos médicos me visitaron en mi habitación: pediatras, psicólogos y ortofonistas. Todos llegaron a la misma conclusión: yo era una niña muy inteligente y muy emotiva con un enorme defecto de lenguaje

Buen levante a todos, mi ficha de clase es Rosa. ¡Mi mamá es una eslogantina (publicista) y mi papá un lápiz (dibujante)!

—Tengo dudas. Podría quizás invitar a Hugo o Tomás.

—Mejor invítalos a los dos, mi amor —me dijo Patata.

—Discúlpeme, jovencita. ¿Me podría dar la hora?

—¡Lo siento, mi viejo amigo, no me he tragado un péndulo esta mañana!

Me eché a correr y me di de frente con un medio farol que también conocía muy bien.

—Oye, Rosa, ¿andas soñando?

—¡Es por las banquetas, no están derechas!

Le di muchas ventosas a mamá y a Patata y me fui a dormir muy temprano. Se preguntaron si no tenía fiebre, con mis ojos brillantes. Pero yo sabía que estaban llenos de hadas, de secundaria y de medios faroles.

Es cierto, hablo como un espagueti. Sobre todo cuando me exalto. Cuando me halagan, por ejemplo, suele sucederme que me quedo totalmente sin recursos.