-¡No, no! -exclamó Mencía, como si hubiese seguido los pensamientos de Lope- ¡No te duermas! ¡No te duermas! ¡Lope mío, por Dios, no te duermas!
Lope hizo un esfuerzo y abrió aterrorizado, cuan grandes eran, los ojos, que comenzaban a cerrarse.
-¿Por qué, mi amor, por qué?… -interrogó.
-¡Porque me perderás, porque al despertar… ya no habrás de encontrarme!
-¿Cómo? ¿Qué dices? ¡Luego tú no existes, luego esos ojos y esa boca, y esos cabellos y ese amor… no son más que un sueño!
-¡No son más que un sueño! -repitió Mencía fúnebremente.