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Bøger
José Revueltas

Los muros de agua

  • Claudio Ortega Niñohar citeretfor 4 dage siden
    ¿Qué fatalismo había para que el amor no fuese limpio y claro, y estuviera, por el contrario, condenado a eternas simulaciones, a un camino ciego y trágico?
  • Claudio Ortega Niñohar citeretfor 6 dage siden
    Una corriente metálica, que sabía a hierro, a materias oxidadas, atravesó las venas de los prisioneros. Era el miedo.
  • Claudio Ortega Niñohar citeretfor 6 dage siden
    Este lado moridor de la realidad, en el que se la aprehende, en el que se la somete, no es otro que su lado dialéctico: donde la realidad obedece a un devenir sujeto a leyes, en que los elementos contrarios se interpenetran y la acumulación cuantitativa se transforma cualitativamente.
  • Claudio Ortega Niñohar citeretfor 6 dage siden
    Significa que la realidad tiene un movimiento interno propio, que no es ese torbellino que se nos muestra en su apariencia inmediata, donde todo parece tirar en mil direcciones a la vez.
  • Claudio Ortega Niñohar citeretfor 6 dage siden
    Los niños, para jugar, se ponen esas horribles máscaras de hule que, ahora me doy cuenta, no son sino de leprosos. ¿Dónde se puede ver que esto sea un juego y una diversión? Sólo entre nosotros. Somos un país increíble. De demonios.
  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhar citeretfor 2 år siden
    Marías! Pero, ¿qué son las Islas Marías? ¿Quién sabe nada de ellas? Las Islas Marías son, a lo más, una idea, un concepto, nunca un lugar situado en el tiempo y en el espacio.
  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhar citeretfor 2 år siden
    si la vida se observase con otros ojos pedidos en préstamo a una persona espantosamente despierta.
  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhar citeretfor 2 år siden
    Marcos, Prudencio, Santos. Finalmente Rosario
  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhar citeretfor 2 år siden
    preguntas que parecían interrogar al mar
  • Denise E. Ocaranza Ordóñezhar citeretfor 2 år siden
    trayectoria de postigos cerrados, de horizontes prisioneros, donde no se imaginaba siquiera la esperanza, el anhelo no tenía sitio, y únicamente, latiendo, estaban el miedo y el rencor.
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