Cesar Aira

Cómo me hice monja

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  • R Güemeshar citeretfor 6 måneder siden
    Ocultar algo es tener algo que ocultar. Yo no lo tenía, pero ocultaba
  • R Güemeshar citeretfor 6 måneder siden
    pesar de estas peculiaridades, o a causa de ellas, Arturito era un niño feliz, un niño típico (o sea: de los que no existen)
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Y tenía los ojos abiertos, por un extraño milagro veía el rosa que me mataba, lo veía luminoso, demasiado bello para soportarlo... debía de estar viéndolo no con los ojos sino con los nervios ópticos helados, helados de frutilla... Mis pulmones estallaron con un dolor estridente, mi corazón se contrajo por última vez y se detuvo... el cerebro, mi órgano más leal, persistió un instante más, apenas lo necesario para pensar que lo que me estaba pasando era la muerte, la muerte real...

    26 de febrero de 1989
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Me llevó al tambor y me arrojó adentro de cabeza... era un tambor grande y yo era diminuta, y como la crema no estaba muy sólida logré girar hasta tocar con los pies en el fondo. Pero ella puso la tapa antes de que yo lograra asomar la cabeza, y la enroscó sobre la crema que rebalsaba. Contuve el aliento porque sabía que no podría respirar hundida en el helado... El frío me caló hasta los huesos... mi pequeño corazón palpitaba hasta estallar... Supe, yo que nunca había sabido nada en realidad, que eso era la muerte...
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Tenía algo de histérica, de alucinada. Eso yo lo sentía en la intensidad que tenía la escena. No era la manera natural de dirigirse a una niña encontrada por casualidad en la calle. Parecía como si hubiera ensayado, como si estuviera desarrollándose un drama fundamental para ella. No me alarmaba demasiado porque hay gente así, gente, sobre todo mujeres, que no jerarquiza los momentos y les da a todos la misma importancia trágica.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    No es que me dejara llevar por el optimismo –mi experiencia era demasiado unilateral para eso, y de todos modos no habría sido mi estilo. Era más bien la percepción de un ciclo, pero como mi vida, podía decirse, había empezado ese otoño, poco después de nuestra llegada a Rosario, no veía el cielo en su repetición sino en su línea recta. En una palabra, creí que las cosas estaban por cambiar.

    ¿Y por qué no iban a cambiar, si el mundo cambiaba a mi alrededor, y yo misma cambiaba también? La escuela ya no me llamaba la atención, la ausencia de papá tampoco, el juego de la maestra tampoco, la radio tampoco, Arturito tampoco. Era como si todo se gastara y se hiciera transparente... Y yo me aferraba a la transparencia, pero sin angustia, sin dolor, como si no fuera aferrarme sino atravesarla, como un pájaro.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Su filosofía primera y última era que una vida social intensa exigía mucho consumo de humor, por lo menos humor como lo entendía él, humor bromista, que dejara un recuerdo risueño
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Vivíamos, como creo haberlo dicho ya, en un inquilinato ruinoso en los arrabales de Rosario, del lado del río. Ocupábamos una pieza, por casualidad no de las peores, del piso alto. En marcado contraste con lo que suele pasar en tales lugares, no había casi niños. Los dueños no los admitían. Conmigo habían hecho una excepción porque no tenía hermanos, porque mamá estaba desesperada, y sobre todo porque les dijo que yo era retrasada mental, cosa que mi aspecto hacía tan verosímil. La excepción de la que se había beneficiado Arturo Carrera era más complicada, y nunca he intentado explicármela. (Pero es la clave de todo.)
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    Mi mamá era mi mejor amiga. Pero no por una elección que me definiera, ni por una elección de cualquier otro tipo, sino por necesidad. Estábamos solas, aisladas, ¿qué nos quedaba sino tenernos la una a la otra? En esos casos la necesidad se hace virtud, y no es menos virtud por eso. Ni menos necesidad. La nuestra no era profunda, no tenía raíces o concomitancias. Era una necesidad casual, de momento. Difícilmente podría encontrarse dos seres con menos afinidades que nosotras dos. Ni siquiera éramos opuestos complementarios, porque nos parecíamos. Ella también era una soñadora. Habría preferido ocultármelo, pero lo descubrí por alguna señal mínima. Las personalidades secretas se revelan en lo furtivo, y eso era lo que yo captaba antes que nada, de modo que la pobre mamá no tuvo ninguna chance de hacerse imperceptible conmigo. Mis ojos horadantes de monstruo impedían que ningún ser vivo se mimetizara con mi vida.
  • Rafael Ramoshar citeretfor 2 år siden
    No sé si mis lectores lo habrán notado, pero es un hecho que el tiempo siempre transporta otro tiempo, como suplemento. El tiempo de las repeticiones vivas de la radio traía consigo otro: el tiempo que pasaba
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